De cómo surgimos entre cambios climáticos de verdad
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Comentario de esta Casa. De cómo surgimos entre cambios climáticos de verdad
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Hagamos por un día un alto en el camino de análisis sesudos sobre el incomprensible presente, y lancémonos con ansias de solaz al pretérito pluscuamperfecto. Al Paleolítico y aun antes. Hemos encontrado un vídeo muy interesante, diríamos que fiel, científico, sintético, amable, sobre nosotros mismos. De cuando éramos animalitos, ocupados sólo en la superviviencia. Cuando no la teníamos asegurada, como más recientemente.
Aprendamos de cómo superamos la inseguridad tribal. Porque hoy tenemos quizás el mismo problema, que no tenemos asegurada la superviviencia de nuestros nietos. Ni la de nuestros hijos, si somos ya progenitores.
Cuando un servidor va por la calle y ve una madre con un bebé tumbado en la silleta que empuja, y su hermanito, de apenas tres años, montado en un asiento improvisado en la misma silleta, ganas me dan de pararla y felicitarle por su valor. Hace falta tener valor para haber traído hijos al mundo en estos tres años últimos.
Pero volvamos a la película, pues casi es una película el vídeo remodelado. Era pesado en exceso. Para poderlo ofrecer en un medio propio ha habido que hacerlo más ligero. Eso se logra a costa de la fidelidad de la imagen. Discúlpelo el lector. Sólo así podemos tener la seguridad de que este artículo no desaparecerá a voluntad de otros. Estamos ya cansados de que artículos interesantes desaparezcan por cambios del enlace que los hacía visibles. Felizmente, el sonido sigue teniendo una calidad pasable.
Cambio climático. De cómo surgimos entre cambios climáticos de verdad
Y, hablando de un tema que los sinvergüenzas han hecho actual, los que se citan en el vídeo son auténticos «cambios climáticos», lector. Eso es un cambio climático de verdad. Un cambio climático como debe ser. Sin tapujos. Contante y sonante. De los que no admiten duda. Las aguas de los océanos suben 25 metros. «Esta es subida». Los hielos llegan a Florida. No las minucias en las que nos quieren hacer creer, a base de dar la lata.
Y ya se aprecia que el ser humano no tiene nada que ver con tales cambios. Un meteorito gigantesco, seguramente sí. Un cambio en la polaridad terrestre, también. El minúsculo y microscópico ser humano, no. Somos demasiado insignificantes. Nuestros pobres actos no son nada comparados con las Fuerzas de la Naturaleza. Basta con vivir una tormenta en pleno campo. O encima de unos acantilados.
Pero cuando el orgullo, la ambición y la avaricia humana se unen, todas los buenos hábitos humanos palidecen y se eclipsan. En todos los campos. Hay demasiado orgullo en los menos, y muy poca honestidad en los más. Habrá que actuar, para que la sensatez y la verdad vuelvan a predominar. Garrote en mano. Porque por sí solas … no es fácil que vuelvan a lucir.
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