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Cuando los halcones se convierten en palomas 1 Kissinger pacifista

es decri, pCuando los halcones se convierten en palomas 1 Kissinger pacifista

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Juego final de la plandemia.
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Comentario de esta Casa.
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             Lo sabíamos. Estábamos convencidos. Lo dijimos, el Plan genocida es intrínsecamente inviable. Es, además, intrínsecamente malvado, canallesco, inhumano, esquizofrénico y estúpido. Sólo a personas desquiciadas les puede parecer atractivo, aceptable, encomiable, cuerdo. Hay que estar loco para pensar que el Plan es cuerdo. Pero hay mucho loco por este mundo, amigo lector … Mucho. En cierto sectores, todos.
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             Es inviable. No tiene futuro. Está condenado al fracaso. Por su propia esencia. O sea, por lo que pretende. Por su objetivo más estrambóticos: Su meta de despoblación del planeta a escala de un 90%. Eso es absurdo, kafkiano, paranoide, imposible. Nadie con intereses económicos reales puede apoyarlo.
             Este es el primer artículo de esta serie. No queremos gastar todas las municiones en él. Le seguirán más en breve. Las ideas sobre el fracaso del Plan vienen de lejos. Retrocedamos en el tiempo al último día de Enero de este año, 2.022. «Las armas del genocodio 4» nos lleva allá. Léalo el lector ahora. Así entrará en lo que pensábamos ya entonces. De ahí nuestra confianza.
             Aún no se habían dado los arrepentimientos que esta serie va a destacar. Pero que se iban a dar era inevitable. De hecho, ya se habían dado. Aunque por parte de «supuestos» halcones que aún no habían sacado sus garras, ni habían enganchado a nadie en ellas. Era sólo una promesa de halcón. Pero cuando se dio cuenta de en qué barco se estaba metiendo, reculó. Lo que haría cualquier persona sensata. Cualquier ser humano con el cerebro normalmente estructurado. Máxime, cualquier hombre o mujer de Estado.
             Pero la totalidad de los políticos comprometidos no eran ni lo uno, ni lo otro. Y a pesar de ver cómo su antiguo colega salía de estampía, «como alma que lleva el diablo», ellos se volvieron e hicieron caso al patriarca de la Organización – de nombre Klaus, aunque no santo – y siguieron «la hoja de ruta» temeraria. Así les iba a ir … 
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Continuará …
                          

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