Oyendo a las dos partes

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MALDITA EXPLICA

Por qué los medios de comunicación no deben dar voz a los dos lados sino contar los datos y las evidencias y destapar las mentiras

Publicado  sábado, 13 febrero 2021

Oyendo a las dos partes

Hacer buen periodismo no significa dar voz a los dos lados. Cuando se enfrentan la información y la desinformación, darles la misma importancia es un error peligroso. Numerosos estudios sobre la labor periodística lo han dejado claro. Por ejemplo, Thomas J. Froehlich, profesor emérito de la Kent State University lo dice así en su libro Diez lecciones para la era de la desinformación: “la información y la desinformación no están equilibradas. Insistir en que los dos lados valen lo mismo es caer en una equivalencia falsa. Aunque puede haber dos lados en cada historia, cada lado no tiene el mismo apoyo ni la misma base”.

El periodismo tiene una responsabilidad en cómo realiza la verificación: no se le puede dar voz al que difunde el bulo y, mucho menos, ponerlo al mismo nivel que el que lo desmiente con datos, hechos y conocimiento basado en la evidencias científicas y fuentes contrastadas. 

Entrevistar a un difusor de patrañas y luego a científicos especializados en ese área significa poner a los dos al mismo nivel en la argumentación, dando al primero un peso que no merece y, ahí sí, dando más visibilidad a sus patrañas. Y esto no sólo sucede con la ciencia, también pasa en otros ámbitos como la política o los derechos sociales.  Además, si los desinformadores aparecen en un medio de comunicación consolidado en vez de en sus redes sociales consiguen dar una sensación de seriedad que no se merecen sus desinformaciones y que puede provocar que alguien acabe creyéndose sus mentiras. 

Los desinformadores se fijan como objetivo llegar a los medios de comunicación para aprovecharse de su capacidad de difundir mensajes. Esto es algo que tienen estudiado en First Draft, que hablan de la “trompeta de amplificación”, el camino que van siguiendo los mentirosos para conseguir que sus bulos alcancen cada vez mayor cantidad de público. Según esta teoría, las mentiras se ponen en marcha en sitios anónimos de Internet, tratan avanzar por espacios cada vez con más audiencia y su verdadero éxito se consigue si logran alcanzar los medios de comunicación.

Oyendo a las dos partes

Hay estudios que muestran cómo los negacionistas del cambio climático se aprovecharon de la norma periodística de dar voz a ambos lados para colocar sus mensajes en la prensa estadounidense a finales del siglo XX. Según los investigadores, medios como The New York Times o el Washington Post trataron de dar equilibrio a sus informaciones pero, al poner al mismo nivel a científicos con investigaciones sólidas y negacionistas, acabaron haciendo una cobertura sesgada sobre la influencia del hombre en el calentamiento global. 

Durante la pandemia de COVID-19 también hemos visto ejemplos en España de cómo se daba aire en medios de comunicación a bulos y teorías de la conspiración. El viernes 31 de julio, el Telediario de TVE recogió las declaraciones de Natalia Prego, conocida por difundir información falsa sobre la pandemia, para luego desmentirlas con declaraciones de Juan Antonio López Guerrero, biólogo y divulgador. 

El 31 de agosto Espejo Público entrevistó a Pilar Baselga, conocida conspiranoica y negacionista de la epidemia. El programa usó nuestros desmentidos, pero después de años dedicándonos a esto, podemos decir que a la mentira no se le debe dar un altavoz. Ese mismo día Baselga también apareció en el programa Todo es Mentira.

El 8 de septiembre, el Telediario de TVE mencionaba la alerta del Servicio de Información Toxicológica sobre el consumo de MMS, un compuesto tóxico que no cura la COVID-19 (ni nada), pero incluía en su pieza declaraciones de Josep Pamiés, conocido por promover su uso en contra de todas las evidencias científicas. Pamiés ha sido sancionado por la Generalitat por promover el uso de pseudoterapias para curar enfermedades.

Las evidencias de que el fact-checking funciona existen

A los difusores de desinformación no hay que darles tribunas desde las que intoxiquen, hay que someterlos a fact- checking. Existen varios estudios y experimentos científicos que demuestran que esas correcciones funcionan. En 2017 dos investigadoras de las universidades de Georgetown y de la George Mason llevaron a cabo un experimento alrededor de la desinformación sobre el virus del Zika en Brasil y el efecto que los desmentidos sobre el mismo tenían sobre los usuarios en Facebook. ¿La conclusión? Que son eficaces “para limitar las percepciones erróneas, y la corrección se produce tanto para los individuos con creencias de conspiración alta como baja.” En 2020, científicos de la Universidad Northwestern de Estados Unidos revisaron una veintena de estudios sobre cómo funcionan las correcciones en temas sanitarios y determinaron que tienen un efecto positivo y significativo para desactivar los bulos. 

Los que dudan de la eficacia del fact checking dicen que cuando le explicas a alguien que se ha creído una patraña, en realidad estás ayudando a confirmar sus creencias y que por lo tanto la verificación puede resultar contraproducente. Pero, de nuevo, hay evidencia académica disponible que apunta a lo contrario. En un experimento llevado a cabo en 2016 alrededor de esta idea del sesgo de confirmación se sometió a 8.100 sujetos a fact-checks hechos a políticos sobre 36 temas diferentes. Sólo una de esas 36 verificaciones provocó que se desencadenara un efecto contraproducente. La conclusión de los investigadores fue que «en general, los ciudadanos prestan atención a la información fáctica, incluso cuando dicha información desafía sus compromisos partidistas e ideológicos». Y no es el único. Más ejemplos aquíaquí y aquí. 


Primera fecha de publicación de este artículo: 29/01/2021

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