Al día siguiente de la batalla de Salamina

Al día siguiente de la batalla de Salamina

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……….   Jerjes disponía de 465 naves, de las que entraron en el estrecho 300. El resto bordeó la isla de Salamina por el Sur, para impedir la fuga de la flota griega, según le había dicho el falso desertor, mandado por Temístocles. Con ello esa parte de la flota persa se salvó del desastre. De las aproximadamente 300 naves que entraron en aguas prohibidas, 200 no salieron. De la flota de 700 navíos que formaban la flota persa al inicio de la campaña, al Monarca persa le quedaban sólo 300. Por su parte, los griegos alinearon 310 naves en Salamina, de las que 278 eran atenienses, y perdieron 40. Las cifras habían dado un vuelco. El predominio naval había pasado a manos helenas. Los helenos aprovecharán este cambio y se propondrán que el Egeo sea suyo. Y lo lograrán con el tiempo.

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Al día siguiente de la batalla de Salamina

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……….  Nos toca ver lo que sucedió inmediatamente después de la batalla. Adelantemos que Jerjes no pudo dormir esa noche en su tienda, a pesar de que acudieron a consolarle lo más granado de su harén. No estaba de humor y, con cajas destempladas, las mandó a hacer puñetas a todas.

……….   Con su decisión de hacer frente a la flota helena en el escenario elegido por los helenosJerjes había echado por tierra toda la conquista de la Hélade. Al poner en peligro su supremacía por mar – siendo así que el suministro de su ejército tenía que realizarse por mar – la campaña de Jerjes dio un cambio radical. La flota helena, que antes de Salamina debía esconderse en parajes angostos, podía ahora medirse con el resto de la flota persa en mar abierto.

               Y, lo que es peor, podía poner en peligro los suministros del ejército terrestre, que casi estaba intacto. De sus cerca de 250.000 hombres Jerjes había perdido apenas 30.000, aunque una pequeña parte de las bajas fueran de las mejores tropas con las que contaba. Pero aun así, la situación de Jerjes no era desesperada. Tenía casi toda Grecia en sus manos. Las minas de oro y plata entraban en sus dominios. Y ahora disponía de todos los puertos que antes estaban sólo en manos helenas. Un planteamiento a medio plazo, con una guerra de desgaste y el bloqueo del suministro de cereales a los «rebeldes» del Peloponeso debiera haberle llevado a un final favorable. Pero éstas eran sus bazas antes de la batalla naval. Ahora, sin su flamante flota, debia retirarse con el rabo entre piernas.


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