La amenaza del Reglamento salido de ningún sitio
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La última Asamblea de la OMS constó de dos partes. En la primera se siguieron las normas establecidas. Había una Propuesta de redacción del «Acuerdo de Pandemias». Se discutió, se modificó, se cambiaron muchas frases … Y, finalmente, se produjo una votacion. Y el resultado fue adverso a los Promotores. La mayoría de los reunidos rechazaron los cambios introducidos. No eran suficientemente claros, traquilizadores. Seguía pesando en el ambiente la idea de que todavía se concedían a los dirigentes de la OMS demasiada libertad para ordenar lo que la Humanidad tendría que hacer, caso de Pandemia declarada por la OMS. Y, finalmente, fue rechazada.
No obstante, los Promotores tenian una jugada guardada. Preparada. Por si el Tratado de Pandemias resultaba rechazado. La pieza de recambio era el Reglamento. Un Reglamento explica cómo poner en marcha una Ley, Tratado o Acuerdo, que tenga obligatoriedad para un determinado colectivo. Un Tratado lo firman las personas con autoridad para ello. Un Reglamento lo elaboran los oficiales de un Gobierno. Es una pìeza de menor categoría.
Pero los Promotores estaban decididos a contar con un Reglamento, si no eran capaces de sacar adelante un «Tratado de Pandemias». Alguno se jugaba el puesto, el protagonismo, un buen sueldo y tal vez algo más.Y como no fueron capaces de aprobarlo, pusieron en marcha el truco del Reglamento. Para hacerlo, advirtieron a los elementos afines, que no se fueran, que se quedaran hasta que se les llamara. Y se quedaron. Ellos siempre obedecen.
Las dos terceras partes de los convocados a la Asamblea se fueron, pensando que todo había terminado. Y cuando estuvieron sólo los afines, los cómplices, se abrieron de nuevo las luces y se reunió el tercio restante. Tomó al palabra el Presidente, se aclaró la voz y afirmó con voz potente.
«No ha sido posible aprobar la «Tratado de Pandemias». Aunque no renunciamos a tener un nuevo Tratado, en un futuro no lejano. Mientras eso no sucede, tendremos que conformarnos con el Reglamento que tengo en la mano. Que este sí que se ha llegado a un Consenso y se ha aprobado en esta Asamblea.»
Todos aplaudieron, siguiendo el ejemplo del Secretario de la mesa, que inició el aplauso. Y todos quedaron convencidos de que el Reglamento Sanitario se había aprobado en la 75ª Asamblea de la OMS. Eso tampoco saldría en los medios de comunicación. Podría desmentirse por quienes se marcharon de la Asamblea sin tener noticia alguna de la reunión subrepticia. Ya se diría pasado el tiempo.
Y cuando salga a la luz el Reglamente que se aprobó en la última Asasmblea de la OMS, los que reclazaron el Tratado se dirán entre ellos: «Nuestros Representantes y Senadores nunca aprobarán ese Reglamento, salido de no se sabe dónde. No tenemos ningún problema con él. Que los países ricos se solucionen sus problamas ellos solos. No se los vamos a solucionar nosotros, después del abuso a que nos han sometido durante siglos. Que les den …»
De forma que pende sobre nuestras cabezas la espada de Damocles de un oscuro, difuso y nada concreto «Reglamento Sanitario», que se terminará de elaborar por elementos afines. Pero sólo porque somos más blandos que el moco. Dicho Reglamente, por no ser Tratado firmado, ni Ley, deberá ser confirmado por las Cortes. Pero los miembros de las mismas no le hacen ascos a nada. Si la población les deja.
«Les metemos otro cuento,
y hacemos un Reglamento.»
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