Características de un arma de destrucción masiva ignorada por todos
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El día pasado echamos un vistazo por encima a la situacion actual respecto a las radiaciones electroforéticas. El Magnetismo se estudia en las carreras técnicas. No así en las carreras de Letras. Por eso los Médicos, los Periodistas, los Políticos, los Directores de periódicos de gran tirada, los Rectores de Universidades, los que han accedido a Organismo Reguladores por circunstancias muy personales, y otros muchos, no saben de Magnetismo. O conocen lo que les enseñaron en sus Universidades, cuando eran jóvenes e inocentes. Y muchos han olvidado la mayoría de lo que supieron entonces. Aparte de que nunca se habla de esas cosas como nocivas. Son, según se dice, inofensivas.
Realmente, las hondas perjudican al organismo humano. Ligeramente, si la exposición es por poco tiempo. Y si, además, la Potencia de la emisora es baja. O si la distancia entre sujeto y aparato emisor es muy grande. Y si la Potencia del aparato emisor se pone en bajas unidades de Potencia. Pero si el sujeto vive cerca de un Centro emisor. O si lo tiene al lado de su centro de trabajo … O si quienes lo manejan lo activan en Potencias altas… en tal caso el daño será mucho mayor.
Lo malo para el sujeto víctima es que no sabe que las hondas le perjudican. No sabe dónde puede haber aparatos emisores de esas hondas. Y tampoco sabe la Potencia que tiene en cada momento en que él está cerca del emisor. Es decir, no tiene defensa alguna. Y si va al Centro de Salud, el Profesional no sabrá relacionar sus síntomas con las invisibles hondas. Y si él le dice que son ellas las causantes, el Profesional le dirá con voz firme y lejana: «No está demostrado científicamente que las hondas perjudiquen al organismo humano.»
Nadie le hará caso. Nade ha sido enseñado en ese sentido. Las armas son más potentes si son desconocidas. Así no hay defensa contra ellas. Porque ya se dijo ayer que todo el éxito del «montaje» estriba en que la víctima nunca sepa que es víctima. Ni que existe enemigo alguno. «Todo el mundo es bueno», le está diciendo continuamente la normalidad del entorno informativo. Y vivimos así en «el más feliz de los mundos».
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El perjuicio, por otra parte, no es fijo. Ni fulminante. Es muy ligero, pero persistente. El efecto es acumulativo. Es como si por cada hora que uno pasara sometido a esas cosas a uno le pusieran diez gramos de peso sobre la cabeza. Las 10 primeras horas no sentirá absolutamente nada. Los 10 primeros días es fácil que apenas note molestias. Pero al cabo de 1.000 días la cabeza empezará a dolerle de forma continua. Tendrá insomnio, mareos, malestar general … Y al cabo de más tiempo tendría que pedir la baja por un dolor de cabeza fuerte y continuo. Y pasaría a ser una víctima.
Al cabo de más tiempo aún, la cabeza acabaría por descentrarse y sucumbir a la agresión. Pasaría a ser una baja enemiga. Su familia nunca sabrá de qué sucumbió. «Le dolía mucho la cabeza … y, finalmente, se murió», dirán ingenuamente. Eludieron informarse, teniendo como tenían medios a su alcance, a diario, en la mano, su móvil.
Pasando de las metáforas a la realidad, el efecto sobre los diferentes órganos del cuerpo humano es tan ligero como una alteración espacial de las moléculas. Una alteracion de su simetría. Una disminución de funcionar con normalidad, para lo que están destinadas dentro del cuerpo humano. Y así, al órgano que esté en peores condiciones de funcionamiento, esa pequeña alteración lo dañará más que al órgano que esté en mejores condiciones. De esa forma, a una persona mayor le afectará al aparato digestivo, o al urinario, o al respiratorio, o al circulatorio, o el nervioso central, según de cuál esté peor. Y así, cada persona mayor enfermará de dolencia diferente. Lo que hará más difícil ligar tantos síntomas distintos con una única «causa desencadenante».
Esta agresión se podría agravar si el paciente fuera inoculado con algún producto que favoreciera la acción de las hondas ya citadas. Entonces, la combinación de ambos factores podrían ser fatales para cualquier persona mayor. Porque, normalmente, esas personas tienen el sistema inmunológico en peores condiciones que la gente en activo. Y una agresión combinada acabaría con sus ya limitadas defensas.
El colmo de la agresión se alcanzaría si la Potencia de las hondas de que hablamos fuera cambiante. Si se produjeran picos de Potencia. Una Potencia media de, digamos, 50 watios por metro cuadrado de superficies del cuerpo humano. Pero que cada 20 segundos la Potencia subiera a 500 watios por metro cuadrado, durante dos o tres segundos. Las células del cuerpo se acostumbran a casi todo. Pero si el campo de Potencia es variable, las células no pueden acostumbrarse a ese cambio continuo. Y acaban exhaustas antes.
Estos temas son ya «agua pasada». En el enlace que sigue el lector podrá informarse debidamente, eligiendo el tñitulo deseado. Varios de ellos profundizan en el aspecto tratado hoy. Basta con querer saber. Y no necesitar vivir en «en el país de las maravillas de Alicia».
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